Por Lleny Pérez.
Un 17 de abril, pero de 1853, comenzó su tránsito para transformar la industria del vino argentino. Sus orígenes europeos, y su interesante periplo entre el viejo y nuevo mundo, se vieron enaltecidos cuando, luego de años de cultivos y cosechas, fuera reconocido como varietal emblemático de la Argentina.
De las bacanales romanas a las cortes europeas
De cómo llegó al sudoeste francés, algunos señalan que esto se remonta al año 150 DC. cuando el imperio romano se instaló en la región de la Gallia Aquitania. El Dios Baco no podría dejar de ser honrado en cada territorio tomado.
Hay quienes remarcan que, pasado los años, fue muy reconocido en la aristocracia europea. Infaltable en grandes bodas de reyes, como el casamiento de Leonor de Aquitania con Enrique Plantagenet, futuro rey de Inglaterra, en 1152. Tan es así, que el rey Enrique III le gustaba llamarle “el vino negro de Cahors”, ya que era uno de sus favoritos.
Pero la Guerra de los Cien Años, impidió que se le volviera a ver en los festines y mesas aristocráticas inglesas, por culpa de la interrupción comercial entre el territorio franco e Inglaterra. De todas formas, este trance bélico no impidió a que Francisco I de Francia se rindiera ante sus encantos. Así como también le ocurrió al Zar Pedro El Grande, que pidió tenerlo entre sus cultivos en Crimea.
De Malbeck a Malbec
Dicen que desde la Edad Media le llamaban de distintas maneras. Agreste, auxerrois de laquenexy; otros le decían medoc noir, mouranne; algunos navarien, negre de prechac. Unos tantos pied noir, plant d'arles o teinturin. Y así, cientos de denominaciones más, que solo reflejan su gran popularidad y presencia en muchos lugares.
No queda claro si era un asunto de identidad, o solo una cuestión de cómo cada región optó por nombrarle. Aunque la mayoría señala que en la antigua provincia de Quercy, cerca de Cahors en Francia, de donde indican que es originario, se le conocía comúnmente como Côt.
Es desde el siglo XVIII, según una teoría popular, que un húngaro llamado Monsieur Malbeck le introdujo en Sainte-Eulalie d'Ambarès, en el departamento de Gironda, de donde tomó el nombre con el que hoy se le conoce. Eso sí, perdiendo la “k” en algún devenir de la historia.
Sobreviviendo a la Filoxera
Jamás se imaginaría que una plaga menguaría las grandes extensiones que abarcaba en Francia para el año de 1865. El 70% de las plantas de vid eran de Côt, o de Malbec como le conocemos.
Pero gracias a un pedido del presidente argentino, Domingo Faustino Sarmiento, en 1853 su existencia pudo ser asegurada; cuando se le encomendó a Michel Aimé Pouget, un agrónomo francés experto en suelos, la tarea de traer nuevos varietales. Entre su selección se encontraba Malbec.
Nadie puede negar que el suelo argentino le sentó muy bien. Acá la amplitud térmica le permitió adquirir cualidades distintivas. El Côt francés era solo una de sus facetas; ahora el nuevo mundo le otorgaba otros descriptores. En tierras argentas, su color es más oscuro, de sabor intenso. Afrutado como la ciruela, con una textura aterciopelada.
Nacionalizado Argentino
Es así como aquel varietal de orígenes lejanos, luego de vivir más de 150 años por estas tierras; inicialmente en los suelos de Mendoza, y luego abarcando regiones de San Juan, Las Rioja, Salta, Jujuy, Neuquén, Río Negro, La Pampa y Buenos Aires, logró ser “nacionalizado como argentino”, por así decirlo, en mayo de 2005, luego de instaurar la primera DOC (Denominación de Origen Controlada) de América: Malbec Luján de Cuyo.
Y si el Tango es insignia argentina, dentro y fuera de sus fronteras, el Malbec ha sabido posicionarse como la cepa bandera, que permite a propios y ajenos explorar sensorialmente la gran diversidad del suelo argentino.
Así que en esta celebración mundial de su día no dudemos en brindar en su nombre. ¡Salúd! ¡Larga vida para el Malbec!
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